miércoles, 28 de julio de 2010

Días tranquilos


Los chicos regresaron a la escuela. La ola de frío parece que remitió, al menos en Cochabamba. Aquí el tiempo es benigno,
el calor de primavera acaricia la mayor parte del tiempo. Uno de los profesores de La Paz, con el que mantenemos el contacto, nos comenta que allá siguen sumidos en ese frío invernal que me regaló el resfriado del cual acabo de recuperarme.

De la semana pasada a ésta ha cambiado notablemente el ritmo, ya que los chicos vuelven a llegar en dos grupos, mañana y tarde. Ahora las cosas son distintas... hay más confianza, más rutina en la que nosotros encajamos. Las cosas se vuelven más fluidas, para ellos y para nosotros con ellos.

Entrar en el lugar de los pequeños es saber quién come y a quién hay que ayudar, quién va a pedirte besos y a quién hay que dárselos sin pedir. Cuando entra Raquel, ya sabe que le toca cantar "La pequeña ranita verde", que yo también tuve que aprender.

Cada uno de nosotros tiene su lugar en su momento, ellos nos buscan cuando nos necesitan, ya que tenemos un horario en que realizamos apoyos y talleres, y saben dónde estamos.

Están empezando los exámenes de segundo trimestre, así que el apoyo es fundamental. Se toman en serio las tareas, siempre contando con que la adolescencia es un momento difícil y que los mayores tienen más dificultades por eso. Pero estamos ayudándoles en todo lo necesario, y la danza y el deporte les da fuerza y buen humor para enfrentarse luego a las tareas diarias.

Me gusta mucho lo cariñosos que son todos, cómo se nos acercan cada día, de todas las edades, y nos abrazan y nos besan como si fuésemos parte de su vida desde siempre.

Algunas de las chicas intentan enseñarme quechua. Llevo papeles en todos los bolsillos llenos de términos en esa lengua y su traducción, pero confieso que es tremendamente complicado. Reconozco algunas palabras cuando me las dicen, pero me siento incapaz de reproducirlas al rato... lo sigo intentando.

Y la vida continúa al otro lado del Atlántico.