lunes, 2 de agosto de 2010

La otra Bolivia

En un mes hemos visto y sentido tres Bolivias diferentes: la de inviernos helados en las alturas, la de la primavera eterna en el valle y, ahora, la de la selva húmeda y calurosa.

La selva tropical... el Chapare, una región salvaje y exuberante, cálida y cargada de agua, con una flora impresionante que haría las delicias de cualquier biólogo. En este caso, yo misma.

Cuando viajábamos hacia Villa Tunari, en pleno Chapare, el paisaje cambió de repente. A cada pocos metros, una cascada, un arroyo fresco corriendo montaña abajo, un río que se abría a nuestros pies... árboles desconocidos, altísimos, con enormes hojas. Helechos, varias especies de helechos gigantes regados por la Naturaleza generosa. Flores, de todos los colores... aromas. Aves surcando el cielo, y más agua a cada paso.

Los poblados del Chapare son distintos a los que habíamos visto hasta ahora. La extrema humedad hace que las chozas de madera estén degradadas en su mayoría, que tengan una estructura distinta para evitar el contacto con el suelo enfangado... y con las serpientes.

Villa Tunari es un poblado turístico, no en el sentido que nosotros en Europa le damos a la palabra. Hay muchos lugares de hospedaje, pero ninguna infraestructura, con lo que estar allí se convierte en una aventura.

Visitamos el Parque Machía, una reserva natural donde, durante tres o cuatro horas, caminamos observando la Naturaleza en su estado más salvaje y atractivo.

Los monos, antes en cautiverio y ahora rescatados por los voluntarios que viven durante temporadas en el parque, están por todos lados. Te observan, te persiguen por las ramas... sólo hay que respetar su territorio y no mirarles a los ojos para que te dejen en paz. Aunque no puedas evitar su curiosidad.

El sonido de la selva es maravilloso... el modo en que los animales se comunican, las ramas de los árboles mecidas por las aves, el presentimiento de que el puma no está lejos... acelera el corazón y refuerza las piernas, que tiemblan por el esfuerzo de la subida continuada.

Al final, un mirador espléndido y la cascada, premios a la larga caminata. Impresionadas y felices con lo que todavía guarda como un tesoro nuestra querida Tierra.

Por la tarde descargó la tormenta tropical y por la mañana temprano, el surazo nos trajo el frío. Viajamos a Chimoré, donde las Hermanas del Amor de Dios tienen casa, colegio y hospital.

La Hermana Vicky nos acogió con cariño, y nos enseñó el enorme colegio que recoge a muchos niños desperdigados por la selva. Mucho más rural, pero no por eso con menos espíritu Usera, más bien todo lo contrario. Un colegio para más de 1.600 niños que pueden tirar adelante en un lugar donde parece que sólo la coca sea la solución... y no es así.

Comimos con las hermanas, reímos con sus anécdotas y con los recuerdos de otros tiempos, nos deleitaron con arroz de paella con pollo estilo español y nos dejaron también con esa sonrisa en los labios de ver el trabajo bien hecho, aún tan lejos del hogar.

Hemos regresado cansadas, pero ha valido la pena. Bolivia está llena de tesoros por descubrir.

2 comentarios:

Rosario dijo...

Estoy en Lourdes con un grupo de monitores. En la gruta, ante la Virgen, habrà un recuerdo especial para vosotros.
Gracias por hacernos sentir Bolivia y las hermanas que ahì gastan su vida por AMOR.

Isabel dijo...

Muchas gracias, Rosario!!! Estáis con nosotros aquí. Las Hermanas envían sus cariños y recuerdos allá donde vamos para toda la congregación. Un beso grande!!