martes, 13 de julio de 2010

En Cochabamba


Lo primero que vi, al despertar en el avión, fueron los Andes.
La primera impresión de tierra americana: la grandeza de las montañas, la vastedad del terreno. América te conquista con una sola mirada.

Llegamos a Cochabamba después de un día entero de viaje, de algunos retrasos y de bastante cansancio y hambre, pero con todas las maletas en su lugar y con mucha alegría. El cielo, de un azul espléndido que contrastaba con el frío del invierno austral.

El mal de altura duró poco... algo de fatiga, un poco de mate de coca, y a comenzar. Nos recibieron con más cariño del que pudiésemos imaginar, con los brazos abiertos y una sonrisa, que se agradece tanto cuando estás lejos de tu tierra. Sin embargo, tengo la impresión de que la vamos a echar de menos lo justo. Porque el trabajo es grande y porque estamos como en casa.

Hemos conocido a los niños con los que vamos a trabajar. Un grupo de pequeños, entre 3 y 6 años, y dos grupos más de muchachos hasta los 18 años.
Con ellos hemos tomado contacto esta mañana, en clases de apoyo y en el comedor.

El Centro "Gerónimo Usera" es grande, acogedor, limpio y hermoso. Con la belleza de lo sencillo, de lo hecho con cariño. Nuestra habitación es bonita y útil; soleada durante en día, conserva en calor en las frías noches andinas.

La gente de Cochabamba es franca, abierta y llena de buenas intenciones. La ciudad, muy bonita en el centro, con grandes avenidas, largos paseos, preciosos edificios coloniales y una historia larga a sus espaldas. Hemos paseado por el mercado de La Cancha, y visitado algunos lugares de interés, aunque todavía por encima... tenemos un mes por delante para conocer a fondo.

Mañana entramos de lleno en el trabajo diario, esas horas con los chicos que nos van a hacer felices a todos.

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